Muy cerca de Lodosa, en la tranquila localidad de Alcanadre (La Rioja), se esconde uno de los secretos mejor guardados del patrimonio romano en el valle del Ebro: el acueducto romano de Alcanadre–Lodosa. Aunque no es tan conocido como otros restos arqueológicos de la zona, este acueducto es un ejemplo fascinante de la ingeniería hidráulica romana, que continúa despertando la curiosidad de los visitantes por su majestuosidad, su historia y su privilegiado entorno natural.
Un puente entre siglos: herencia romana sobre el río Ebro
Construido en el siglo I d.C., el acueducto tenía como finalidad principal abastecer de agua a la zona agrícola e incluso a asentamientos cercanos. Sus restos cruzan una zona estratégica del valle del Ebro, lo que demuestra la importancia que tuvo esta región durante la época romana. Aunque hoy en día no se conserva en su totalidad, todavía pueden verse varios pilares de piedra y elementos estructurales que permiten imaginar la magnitud de la obra original.
Uno de los aspectos más interesantes del acueducto es su integración paisajística. Se alza en un paraje abierto, rodeado de campos de cultivo y montes bajos, con el río Ebro como telón de fondo. Esta ubicación no solo lo convierte en un lugar con gran valor histórico, sino también en un mirador natural perfecto para quienes buscan un plan tranquilo en contacto con la naturaleza.
Senderismo, fotografía y tranquilidad
Visitar el acueducto no es solo un viaje al pasado, también es una escapada perfecta para los amantes del senderismo, el ciclismo o la fotografía. Desde Lodosa o desde Alcanadre puedes acceder a través de caminos rurales que bordean el río. El recorrido no tiene dificultad, por lo que es apto para familias o personas mayores que deseen disfrutar de una ruta cultural al aire libre.
Además, la zona ofrece numerosos rincones desde donde contemplar aves, flora autóctona y las ondulaciones del terreno que dan carácter al paisaje riojano-navarro. Si te gusta la fotografía, te encantará captar los contrastes entre la piedra antigua del acueducto, el cielo abierto y los reflejos del Ebro al atardecer.
Llevar calzado cómodo, una cámara y algo de agua es todo lo que necesitas para pasar una mañana diferente entre patrimonio, naturaleza y relax.
Patrimonio poco conocido, pero imprescindible
Uno de los grandes atractivos del acueducto de Alcanadre es precisamente su carácter poco masificado. Al no ser tan turístico como otros lugares de la zona, conserva una autenticidad especial. Pasear entre sus restos sin aglomeraciones permite disfrutar del silencio, de los sonidos del campo y de la inmensidad de un legado que ha sobrevivido dos milenios.
Además, visitar este lugar puede ser el inicio de una ruta más amplia por los tesoros que ofrece la Ribera del Ebro: desde la iglesia de Santa María en Lodosa hasta los viñedos de San Vicente de la Sonsierra, pasando por pueblos con encanto, bodegas familiares y zonas naturales.
¿Cómo llegar?
El acueducto se encuentra a menos de 5 kilómetros de Lodosa, y puedes acceder en coche, en bici o incluso a pie si te apetece una caminata más larga. Desde Alcanadre, el trayecto también es breve y muy agradable, ideal para incluirlo en una excursión de medio día.